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Castells Ballespí, Martina

Lleida 1852 - Reus 1884. Médica

Hay personas que han hecho grandes aportaciones científicas a lo largo de su carrera profesional y hay otras que han abierto camino para que eso fuera posible. Éste es el caso de Martina Castells Ballespí que murió con sólo treinta y un años, sin que pudiera desarrollar su carrera profesional. Pero fue una pionera, una de las primeras mujeres que se doctoraron en medicina en Barcelona.

En Lérida está la calle doctora Castells, donde se puede ver un busto que la recuerda, y en Reus un paseo lleva su nombre. No es de extrañar que las ciudades que la vieron nacer y morir hagan homenaje a una de las primeras mujeres doctoradas en medicina en el España, al lado de Dolors Aleu. El hito fue en 1882 con la tesis «Educación física, intelectual y moral que debe darse en la mujer para que contribuya en grado máximo en la perfección y la dicha de la Humanidad».

Hija de una larga saga de médicos leridanos, Martina Castells no lo tuvo fácil para acceder a los estudios. Más allá de las dificultades que una mujer pudiera encontrar en aquellos tiempos, la salud de Castells sufrió algunas sacudidas durante su niñez que la fueron apartando del aprendizaje en diversas ocasiones. Primero fue una oftalmía que, por decisión de sus padres, la llevó a los ocho años a Zumaya (Guipúzcoa), en casa de unos tíos donde, frente a la necesidad de comunicarse con los otros niños, aprendió el vasco en pocas semanas. Más tarde y de vuelta a Lérida, pudo estudiar en un par de colegios femeninos, pero la muerte de uno de sus hermanos -ahogado en el río Segre- le comportó más problemas y otra vez se vio apartada de los estudios. A pesar de todo, ella se dedicaba a escribir y a publicar poesía.

La Revolución de 1868 cambió su vida cuando el nuevo Estado permitió a las mujeres el acceso a las carreras científicas. Castells suplicó a sus padres para volver a los estudios y en junio de 1887 acababa el bachillerato en el Instituto de Lérida para ingresar en la facultad el mismo año. Fue a la Universidad de Barcelona y, como era de esperar, escogió la carrera de medicina. En el año 1881 finalizaba sus estudios y solicitaba el examen de licenciatura el 20 de junio del mismo año; consiguió el permiso el 4 de abril de 1882. Nota final: excelente. El mismo año se doctoraba en Madrid apadrinada por el doctor Josep de Letamendi.

En su tesis, Martina Castells reivindicaba la educación de la mujer como un tema de gran actualidad y de vital importancia. Un conflicto que ella pudo superar a fuerza de una voluntad excepcional y, como afirmaba Letamendi, por «una predestinación a la medicina por la condición hipocrática de la familia». El doctorado de Castells no pasó desapercibido en los medios de comunicación. El mismo Letamendi hizo un artículo en La ilustración de la mujer, donde explicaba el contraste entre la actitud de los jóvenes estudiantes, que recibieron muy bien a Castells, y «la de no pocos presuntos redentores del país, el liberalismo de los cuales se altera ante la sola imaginación que una mujer aspire a salir de aquel histórico triángulo de la cuna, la cocina y la media».

Desgraciadamente, toda esta fuerza y esfuerzo por llegar a donde muy pocas mujeres habían podido acceder fue acallada el 21 de enero de 1884. La doctora Martina Castells moría con sólo treinta y un años, mientras estaba embarazada, ya casada con el doctor Constantí, médico militar y del Instituto Pere Mata de Reus. También su muerte tuvo resonancia: La independencia Médica (1884) anotaba que la joven médica tenía un futuro muy brillante y en La Gaceta de los Hospitales (1884) la calificaban de «distinguida sacerdotisa de Esculapio».

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