Hijo de una familia con propiedades en Altafulla, donde tenían una gran casa llamada Ardenya; es por eso que también se le conoce como Martí d'Ardenya. Aunque estudió dos años en la Universidad de Cervera, de los 14 a los 16, los historiadores están de acuerdo en afirmar que era autodidacta. Apasionado de la química y la botánica, la liberalidad de su padre y la estabilidad económica familiar le permitieron dedicar el tiempo a su aprendizaje.
Empezó su recorrido científico en la botánica y paulatinamente se fue introduciendo en la química vegetal. Repetía los experimentos de los grandes maestros y, si encontraba errores, los reportaba, convirtiéndose así en un científico experimental de alto nivel. Como escribió Josep Iglésies, «era, si lo preferís, el investigador puro que se siente empujado por unas ganas incontenibles de contribuir al avance científico». En esta búsqueda, en 1787 presentaba ante la recién creada Real Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona el resultado de sus experiencias sobre el aire vital (como se llamaba entonces al oxígeno) de las plantas. La conclusión de la memoria demostraba que la materia carbonosa era el principal alimento de los vegetales. Un par de años más tarde, en la misma Real Academia, presentó los resultados sobre la cantidad de aire vital que se encontraba en el aire atmosférico y corrigió así los resultados publicados por Lavoisier y aceptados por todos los grandes químicos. Esta memoria sobre la composición volumétrica del aire fue publicada en Madrid en 1795, pero también en París (1801), Londres (1801) y Berlín (1805). En esta línea de experimentos que corregían o desmentían afirmaciones anteriores, cabe destacar el trabajo Experimentos y observaciones sobre los sexos y fecundación de las plantas, presentado en 1791, que refutaba lo escrito por Lazzaro Spallanzani sobre este tema. Entre otras cosas, Spallanzani había afirmado que el cáñamo se podía reproducir sin fecundación, cosa que Martí desmintió con experimentos rigurosamente documentados.
Su contribución no fue solamente a base de publicaciones y memorias, sino que también aplicó los conocimientos a la agricultura de las tierras donde vivía. Es el caso, por ejemplo, de los procedimientos para fecundar artificialmente algarrobos. Ante la escasez de cosecha, Martí se dio cuenta que el problema se encontraba en el sexo de los árboles: todos eran femeninos. Fue plantar entre los que ya existían algunos machos y a partir de ese momento cada año ofrecieron las algarrobas deseadas.
La obsesión que se convirtió en el gran trabajo -inédito- de la madurez de Martí fue el estudio sobre fermentaciones y putrefacciones. A partir de exámenes meticulosos que llevó a cabo durante años, hizo ensayos sobre la germinación espontánea de las plantas que, en ese momento, aún no había sido refutada por los descubrimientos de Pasteur. Pero las observaciones de Martí no sólo hablaban de ciencia, sino que desde su punto de vista religioso también hablaban de fe. Como expresaba Josep Iglésies, «dentro de la atmósfera de inicios del siglo XIX, nuestro Martí creía que estaba al límite del dogma, del cual era temeroso». En palabras de Martí: «Puedo yo, sin faltar a la fe cristiana, sospechar que entre la creación del cielo y de la tierra, o de los cuatro elementos de los cuales hablan los primeros versículos del Génesis y la producción de las plantas y los animales hubieron muchos miles de años? (…) Se opone a la fe pensar que la creación de plantas y animales fue obra de la virtud que Dios dio a los cuatro elementos y que esta creación duró muchos, muchísimos años?». Estas dudas añadidas a su exagerada humildad fueron la razón por la cual nunca público los resultados que había obtenido.
Entre los hitos memorables de Martí cabe contar su aportación al grupo de científicos que fijó la longitud del metro. Tanto en el primer viaje (1792) como en el segundo (1803) que el grupo hizo a Tarragona, Martí fue su guía y consejero.
Pero la riqueza de sus investigaciones y colaboraciones científicas fue brutalmente interrumpida en 1811, cuando los napoleónicos ocuparon Tarragona y la mantuvieron bajo sitio sanguinario durante cincuenta y seis días. Martí tomó la decisión de quedarse en la ciudad, fue herido y se refugió en la catedral -al lado de mil personas más- hasta que fue hecho prisionero. Finalmente dejado en libertad, cuando regresó a su domicilio vio las repercusiones que no se había imaginado: el laboratorio, sus notas y la biblioteca habían sido destrozados. Era el final de una etapa. Cuando los franceses abandonaron Tarragona, Martí tenía 64 años. Nueve años más tarde murió su esposa. Su visión fue deteriorándose y necesitaba un lector para estar informado de sus intereses, como la lectura atenta en voz alta que le hacían deAnales de Química y Física. El día 20 de noviembre de 1832 murió en Tarragona, en la casa familiar de la calle de Santa Anna.
Obras principales
- Memoria sobre los varios métodos de medir la cantidad de aire vital de la atmósfera (Martí i Franquès, 1790)
- Experimentos y observaciones sobre los sexos y fecundación de las plantas(Martí i Franquès, 1791)
Más información
- Camarasa, J. M.; Català, J. I. (2007). Els nostres naturalistes, vol. 1. València: Universitat de València i Mètode.
- Iglésies, J. (1965). Un moment estel·lar e la ciència a Catalunya en el segle XVIII. Barcelona: Rafael Dalmau.